Siguiendo la temática de la guía, y para entender mejor las características del romanticismo, leeremos, OJO SOLO LEEREMOS el siguiente texto y responderemos las preguntas en base a este.
Cuando salí al corredor que conducía a mi cuarto, un cierzo
impetuoso columpiaba los sauces del patio; y al acercarme al
huerto, lo oí rasgarse en los sotos de naranjos, de donde se
lanzaban las aves asustadas. Relámpagos débiles, semejantes al
reflejo instantáneo de un broquel herido por el resplandor de
una hoguera, parecían querer iluminar el fondo tenebroso del
valle.
Recostado en una de las columnas del corredor, sin sentir la
lluvia que me azotaba las sienes, pensaba en la enfermedad de
María, sobre la cual había pronunciado mi padre tan terribles
palabras. ¡Mis ojos querían volver a verla como en las noches
silenciosas y serenas que acaso no volverían ya más! No sé
cuánto tiempo había pasado, cuando algo como el ala vibrante
de un ave vino a rozar mi frente.
Miré hacia los bosques inmediatos para seguirla: era un ave
negra. Mi cuarto estaba frío; las rosas de la ventana temblaban
como si se temiesen abandonadas a los rigores del tempestuoso
viento: el florero contenía ya marchitos y desmayados los lirios
que en la mañana había colocado en él María. En esto una ráfaga
apagó de súbito la lámpara, y un trueno dejó oír por largo rato
su creciente retumbo, como si fuese el de un carro gigante
despeñado de las cumbres rocallosas de la sierra.
En medio de aquella naturaleza sollozante, mi alma tenía una
triste serenidad.
Acababa de dar las doce el reloj del salón. Sentí pasos cerca de
mi puerta y muy luego la voz de mi padre que me llamaba.
«Levántate», me dijo tan pronto como le respondí, «María sigue
mal».
El acceso había repetido. Después de un cuarto de hora
hallábame percibido para marchar. Mi padre me hacía las
últimas indicaciones sobre los nuevos síntomas de la
enfermedad, mientras el negrito Juan Ángel aquietaba mi
caballo retinto, impaciente y asustadizo. Monté; sus cascos
herrados crujieron sobre el empedrado, y un instante después
bajaba yo hacia las llanuras del valle buscando el sendero a la luz
de algunos relámpagos lívidos... Iba en solicitud del doctor
Mayn, que pasaba a la sazón una temporada de campo a tres
leguas de nuestra hacienda.
La imagen de María, tal como la había visto en el lecho aquella
tarde, al decirme ese «hasta mañana» que tal vez no llegaría, iba
conmigo, y avivando mi impaciencia me
hacía medir incesantemente la distancia que me separaba del
término del viaje, impaciencia que la velocidad del caballo no era
bastante a moderar.
Las llanuras empezaban a desaparecer, huyendo en sentido
contrario a mi carrera, semejantes a mantos inmensos arrollados
por el huracán. Los bosques que más cercanos creía, parecían
alejarse cuando avanzaba hacia ellos. Sólo algún gemido del
viento entre los higuerones y chiminangos sombríos, el resuello
fatigoso del caballo y el choque de sus cascos en los pedernales
que chispeaban interrumpían el silencio de la noche.
Algunas cabañas de Santa Elena quedaron a mi derecha, y poco
después dejé de oír los ladridos de sus perros. Vacadas dormidas
sobre el camino empezaban a hacerme moderar el paso.
La hermosa casa de los señores de Mendez, con su capilla blanca y
sus bosques de ceibas, se divisaba en lejanía a los primeros rayos
de la luna naciente, cual castillo cuyas torres y techumbres
hubiese desmoronado el tiempo
El Amaime baja crecido con las lluvias de la noche, y su estruendo
me lo anunció mucho antes de que llegase yo a la orilla. A la luz
de la Luna, que atravesando los follajes de las riberas iba a
platear las ondas, pude ver cuánto había aumentado su raudal.
Pero no era posible esperar: había hecho dos leguas en una hora,
y aún era poco.
Puse las espuelas en los ijares del caballo, que con las orejas
tendidas hacia el fondo del río y resoplando sordamente parecía
calcular la impetuosidad de las aguas que se azotaban a sus pies:
sumergió en ellas las manos, y como sobrecogido por un terror
invencible, retrocedió veloz girando sobre las patas. Le acaricié
el cuello y las crines humedecidas y lo aguijoneé de nuevo para
que se lanzase al río; entonces levantó las manos impacientado,
pidiendo al mismo tiempo toda la rienda, que le abandoné,
temeroso de haber errado el botadero de las crecientes. El subió
por la ribera unas veinte varas, tomando la ladera de un peñasco;
acercó la nariz a las espumas, y levantándola en seguida, se
precipitó en la corriente. El agua lo cubrió casi todo, llegándome
hasta las rodillas. Las olas se encresparon poco después
alrededor de mi cintura. Con una mano le palmeaba el cuello al
animal, única parte visible ya de su cuerpo, mientras con la otra
trataba de hacerle describir más curva hacia arriba la línea de
corte, porque de otro modo, perdida la parte baja de la ladera,
era inaccesible por su altura y la fuerza de las aguas, que columpiaban guaduales
desgajados. Había pasado el peligro. Me apeé para examinar las
cinchas, de las cuales se había reventado una. El noble bruto se
sacudió, y un instante después continué la marcha.
Luego que anduve un cuarto de legua, atravesé las ondas del
Nima, humildes, diáfanas y tersas, que rodaban iluminadas hasta
perderse en las sombras de bosques silenciosos. Dejé a la
izquierda la pampa de Santa R., cuya casa, en medio de
arboledas de ceibas y bajo el grupo de palmeras que elevan los
follajes sobre su techo, semeja en las noches de luna la tienda de
un rey oriental colgada de los árboles de un oasis.
Eran las dos de la madrugada cuando después de atravesar la
villa de Maria, me desmonté a la puerta de la casa en que vivía el
médico.
- ¿Qué escena entre Efraín (El narrador) y María nos presenta el texto?
- ¿Cuáles son las pruebas que le presenta la naturaleza a Efraín para ir al encuentro con María?
- ¿Qué actitud toma Efraín antes estas pruebas?
- ¿Cuál es el sentimiento que Efraín tiene en el texto?
- Según la explicación del profesor ¿Cuáles rasgos del romanticismo se ven este fragmento de texto?
- ¿Qué podemos interpretar de la frase que hay en el texto "¡Mis ojos querían volver a verla como en las noches silenciosas y serenas que acaso no volverían ya más!"
- Solo por curiosidad, buscaremos en que lugar de la vida real se inspira la novela y donde se encuentra
- Realizaremos un glosario de 20 palabras que desconozcamos con su respectivo significado


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