martes, 24 de septiembre de 2024

TALLER ROMATICISMO COMO GÉNERO LITERARIO

Siguiendo la temática de la guía, y para entender mejor las características del romanticismo, leeremos, OJO SOLO LEEREMOS el siguiente texto y responderemos las preguntas en base a este.


Cuando salí al corredor que conducía a mi cuarto, un cierzo

impetuoso columpiaba los sauces del patio; y al acercarme al

huerto, lo oí rasgarse en los sotos de naranjos, de donde se

lanzaban las aves asustadas. Relámpagos débiles, semejantes al

reflejo instantáneo de un broquel herido por el resplandor de

una hoguera, parecían querer iluminar el fondo tenebroso del

valle.



Recostado en una de las columnas del corredor, sin sentir la

lluvia que me azotaba las sienes, pensaba en la enfermedad de

María, sobre la cual había pronunciado mi padre tan terribles

palabras. ¡Mis ojos querían volver a verla como en las noches

silenciosas y serenas que acaso no volverían ya más! No sé

cuánto tiempo había pasado, cuando algo como el ala vibrante

de un ave vino a rozar mi frente.


Miré hacia los bosques inmediatos para seguirla: era un ave

negra. Mi cuarto estaba frío; las rosas de la ventana temblaban

como si se temiesen abandonadas a los rigores del tempestuoso

viento: el florero contenía ya marchitos y desmayados los lirios

que en la mañana había colocado en él María. En esto una ráfaga

apagó de súbito la lámpara, y un trueno dejó oír por largo rato

su creciente retumbo, como si fuese el de un carro gigante

despeñado de las cumbres rocallosas de la sierra.

En medio de aquella naturaleza sollozante, mi alma tenía una

triste serenidad.


Acababa de dar las doce el reloj del salón. Sentí pasos cerca de

mi puerta y muy luego la voz de mi padre que me llamaba.

«Levántate», me dijo tan pronto como le respondí, «María sigue

mal».


El acceso había repetido. Después de un cuarto de hora

hallábame percibido para marchar. Mi padre me hacía las

últimas indicaciones sobre los nuevos síntomas de la

enfermedad, mientras el negrito Juan Ángel aquietaba mi

caballo retinto, impaciente y asustadizo. Monté; sus cascos

herrados crujieron sobre el empedrado, y un instante después

bajaba yo hacia las llanuras del valle buscando el sendero a la luz

de algunos relámpagos lívidos... Iba en solicitud del doctor

Mayn, que pasaba a la sazón una temporada de campo a tres

leguas de nuestra hacienda.


La imagen de María, tal como la había visto en el lecho aquella

tarde, al decirme ese «hasta mañana» que tal vez no llegaría, iba

conmigo, y avivando mi impaciencia me 

hacía medir incesantemente la distancia que me separaba del

término del viaje, impaciencia que la velocidad del caballo no era

bastante a moderar.


Las llanuras empezaban a desaparecer, huyendo en sentido

contrario a mi carrera, semejantes a mantos inmensos arrollados

por el huracán. Los bosques que más cercanos creía, parecían


alejarse cuando avanzaba hacia ellos. Sólo algún gemido del

viento entre los higuerones y chiminangos sombríos, el resuello

fatigoso del caballo y el choque de sus cascos en los pedernales

que chispeaban interrumpían el silencio de la noche.


Algunas cabañas de Santa Elena quedaron a mi derecha, y poco

después dejé de oír los ladridos de sus perros. Vacadas dormidas

sobre el camino empezaban a hacerme moderar el paso.


La hermosa casa de los señores de Mendez, con su capilla blanca y

sus bosques de ceibas, se divisaba en lejanía a los primeros rayos

de la luna naciente, cual castillo cuyas torres y techumbres

hubiese desmoronado el tiempo


El Amaime baja crecido con las lluvias de la noche, y su estruendo

me lo anunció mucho antes de que llegase yo a la orilla. A la luz

de la Luna, que atravesando los follajes de las riberas iba a

platear las ondas, pude ver cuánto había aumentado su raudal.

Pero no era posible esperar: había hecho dos leguas en una hora,

y aún era poco.


Puse las espuelas en los ijares del caballo, que con las orejas

tendidas hacia el fondo del río y resoplando sordamente parecía

calcular la impetuosidad de las aguas que se azotaban a sus pies:

sumergió en ellas las manos, y como sobrecogido por un terror

invencible, retrocedió veloz girando sobre las patas. Le acaricié

el cuello y las crines humedecidas y lo aguijoneé de nuevo para

que se lanzase al río; entonces levantó las manos impacientado,

pidiendo al mismo tiempo toda la rienda, que le abandoné,

temeroso de haber errado el botadero de las crecientes. El subió

por la ribera unas veinte varas, tomando la ladera de un peñasco;

acercó la nariz a las espumas, y levantándola en seguida, se

precipitó en la corriente. El agua lo cubrió casi todo, llegándome

hasta las rodillas. Las olas se encresparon poco después

alrededor de mi cintura. Con una mano le palmeaba el cuello al

animal, única parte visible ya de su cuerpo, mientras con la otra

trataba de hacerle describir más curva hacia arriba la línea de

corte, porque de otro modo, perdida la parte baja de la ladera,

era inaccesible por su altura y la fuerza de las aguas, que columpiaban guaduales

desgajados. Había pasado el peligro. Me apeé para examinar las

cinchas, de las cuales se había reventado una. El noble bruto se

sacudió, y un instante después continué la marcha.


Luego que anduve un cuarto de legua, atravesé las ondas del

Nima, humildes, diáfanas y tersas, que rodaban iluminadas hasta

perderse en las sombras de bosques silenciosos. Dejé a la

izquierda la pampa de Santa R., cuya casa, en medio de

arboledas de ceibas y bajo el grupo de palmeras que elevan los

follajes sobre su techo, semeja en las noches de luna la tienda de

un rey oriental colgada de los árboles de un oasis.


Eran las dos de la madrugada cuando después de atravesar la

villa de Maria, me desmonté a la puerta de la casa en que vivía el

médico.


PREGUNTAS

  • ¿Qué escena entre Efraín (El narrador) y María nos presenta el texto?
  • ¿Cuáles son las pruebas que le presenta la naturaleza a Efraín para ir al encuentro con María?
  • ¿Qué actitud toma Efraín antes estas pruebas?

  • ¿Cuál es el sentimiento que Efraín tiene en el texto?
  • Según la explicación del profesor ¿Cuáles rasgos del romanticismo se ven este fragmento de texto?

  • ¿Qué podemos interpretar de la frase que hay en el texto "¡Mis ojos querían volver a verla como en las noches silenciosas y serenas que acaso no volverían ya más!"

  • Solo por curiosidad, buscaremos en que lugar de la vida real se inspira la novela y donde se encuentra

  • Realizaremos un glosario de 20 palabras que desconozcamos con su respectivo significado

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